viernes, 14 de mayo de 2010

La decadencia del arte de mentir


Por aquello de seguir a gente interesante y con buenos aportes en Twitter, uno de los follows que más he disfrutado definitivamente es @libreros, y gracias a él puedo llegar a muchos artículos interesantes publicados en distintos sites y blogs.

Justo este que leerán a continuación, quise compartirlo con ustedes...

Ensayo para ser leído y discutido en reunión del club de historiadores y anticuarios de Hartford, propuesto para el premio de treinta dólares . Ahora publicado por primera vez.

Observen bien, no pretendo insinuar que la costumbre de mentir haya sufrido decadencia o interrupción algunas... no. Y es que la mentira, en tanto virtud y principio, es eterna; la mentira en tanto recreación, respiro y refugio en tiempos de necesidad, la Cuarta Gracia, la Décima Masa, la mejor y más segura amiga del hombre, es inmortal, y no desaparecerá de la faz de la tierra mientras exista este club.

Mi queja se refiere sólo a la decadencia del arte de mentir. Ningún hombre de principios, ninguna persona en sus cabales, puede ser testigo de la forma de mentir torpe y descuidada de la época presente, sin dolerse de ver tan noble arte así prostituido. En presencia de tan nutrido grupo de veteranos, naturalmente abordo el terna de manera tentativa; soy como una solterona tratando de enseñar puericultura a quienes han sido madres por milenios. No me quedaría bien criticarlos a ustedes, caballeros, pues todos son mayores que yo —y superiores a mí en este asunto— y, por ende, si de vez en cuando parezco hacerlo, confíen en que, en la mayor parte de los casos, lo hago con espíritu de admiración más que por buscarles los defectos. Es más, si ésta, la más bella de las bellas artes, hubiera recibido en otras partes la atención, el aliento, la práctica consciente y el desarrollo que ha recibido en el presente club, no necesitaría yo pronunciar este lamento o derramar lágrima alguna. No lo digo para adularlos: lo digo en un espíritu de reconocimiento y apreciación justos.

(En este punto había tenido la intención de mencionar nombres y dar ilustraciones de especímenes precisos, pero los indicios observables a mi alrededor me aconsejaron evitar los detalles y ceñirme a las generalidades.)

No existe hecho más firmemente establecido que el de considerar la mentira como una necesidad de nuestras circunstancias…por tanto, la deducción de que es una virtud, por sabida se calla. Ninguna virtud puede llegar a su máximo esplendor sin ser cuidadosa y diligentemente cultivada...; por ende, se cae de su peso que ésta debería enseñarse en las escuelas públicas, al calor del hogar, y hasta en los periódicos. ¿Qué posibilidades tiene un mentiroso ignorante y poco cultivado al lado de un experto educado? ¿Qué posibilidades tengo yo con Mr. Pe.... un abogado? Mentiras juiciosas es lo que el mundo necesita. A veces pienso que sería aún mejor y más seguro no mentir en absoluto, que hacerlo con falta de juicio. Una mentira torpe y poco científica suele ser tan ineficaz como la verdad.

Veamos ahora qué opinan los filósofos. Observen este venerable proverbio: “Los niños y los tontos siempre dicen la verdad”. La deducción es obvia: “Los adultos y los sabios nunca la dicen”. Parkman, el historiador, comenta: “El principio de la verdad se puede llevar hasta el absurdo”. En otro lugar del mismo capítulo escribe: “Es viejo el dicho de que no se debe decir la verdad todas las veces, y aquéllos cuya conciencia enferma los preocupa y los lleva a la violación habitual de la máxima son imbéciles y latosos”. Las palabras son fuertes, pero verdaderas. Nadie podría vivir con alguien que todo el tiempo ande diciendo la verdad; pero, gracias a Dios, nadie tiene que hacerlo. Alguien que a toda hora dice la verdad es simple y llanamente un ser imposible e inexistente; jamás ha existido.

La mentira es universal.., todos mentimos; todos tenemos que hacerlo. Por tanto, lo sabio es educarnos con diligencia a fin de mentir de manera juiciosa y considerada; a fin de mentir con un buen propósito y no con uno pérfido; a fin de mentir para ventaja de los demás y no para la nuestra; a fin de que nuestras mentiras sean aliviadoras, caritativas y humanitarias, y no crueles, letales o maliciosas; a fin de mentir de manera agradable y graciosa, no torpe y tonta; a fin de mentir con firmeza, franqueza y desfachatez, con la cabeza en alto, sin vacilaciones ni torturas, sin actitudes pusilánimes, como si nos avergonzara el gran deber que tenemos de hacerlo. Sólo así nos desharemos de la verdad hedionda y pestilente que está corroyendo la tierra; sólo así seremos valiosos, buenos y bellos, moradores meritorios de un mundo en el que incluso la naturaleza benigna suele mentir, excepto cuando promete mal tiempo. Sólo entonces..., pero no soy más que un pobre estudiante nuevo de este arte gracioso, y no soy nadie para instruir a este club.

Hablando en serio, creo que es imprescindible examinar con inteligencia qué tipos de mentiras son las mejores y más saludables, dado que todos tenemos que mentir y que todos mentimos; y qué tipo de mentira es mejor evitar. Considero que esto es algo que con toda confianza puedo poner en las manos de este club de expertos, una entidad madura, a la que puede ponérsele el epíteto a este respecto, y sin adulación inmerecida, de “Maestra Emérita”.

Este escrito, me acaba de dar más herramientas para un post que tengo en la cabeza desde hace algún tiempo, sobre el arte de mentir y todo lo que implica, muy pronto lo publicaré.

Si desean leer este artículo completo pueden hacerlo en:


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